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Historia
Querido visitante, bienvenido a San Sebastián y a su catedral del Buen Pastor. Es un templo levantado gracias a la profunda fe de las gentes de esta ciudad y visitado por sus parroquianos, turistas, viajeros y peregrinos en su camino rumbo a Compostela, en busca de momentos de recogimiento y oración.
El templo que ahora visitas se levanta sobre un terreno ocupado en otro tiempo por arenales y marismas. La ciudad de San Sebastián se extendía fuera de su casco antiguo y de sus antiguas murallas ya derruidas. Los habitantes de esta nueva zona, denominada el ensanche de Amara, precisaban una parroquia para ser atendidas material y espiritualmente. A finales de 1887, entre cuatro proyectos, se seleccionó el diseñado por el arquitecto donostiarra Manuel Echave, a quien le fue encomendada la dirección de las obras. Fue ejecutado siguiendo el estilo neogótico muy del gusto de la época. Las obras dieron comienzo después de la colocación de la primera piedra, acto que tuvo lugar el 29 de septiembre de 1888. Al evento concurrió la familia real española que se encontraba veraneando en la ciudad. La reina regente, María Cristina, junto con ministros y demás autoridades asistieron a la Misa solemne que se celebró en la parroquia provisional del Sagrado Corazón. Finalizada la ceremonia, la comitiva se trasladó al solar destinado al nuevo templo. Eran unos terrenos cedidos por el ayuntamiento para tal efecto y allí se procedió a la colocación de la primera piedra.
Durante los años siguientes, la feligresía se volcó en su construcción con una ilusión colectiva encomiable, capaz de superar todas las adversidades. Todas las familias, independientemente de su clase social, impulsaron la construcción gracias a sus aportaciones, mientras que distintas instituciones también contribuyeron con importantes sumas para su pronta finalización. Tras solo nueve años de obras, bajo la advocación del Buen Pastor, el nuevo templo fue consagrado al culto el 30 de julio de 1897, víspera de la festividad de San Ignacio de Loyola, patrono de Gipuzkoa y fundador de los Jesuitas. En aquella fecha se celebró la primera Misa oficiada por el obispo de Vitoria, diócesis a la que entonces pertenecía la ciudad de San Sebastián. En 1899 el templo fue concluido con la edificación de la torre-campanario de 75 metros de altura, obra del arquitecto Ramón Cortázar.
Después de estos datos históricos, iniciamos la visita a la Catedral del Buen Pastor de San Sebastián. Posiblemente, te han sobrecogido sus dimensiones y monumentalidad. Con una superficie de 1.915 m2, es el edificio religioso de mayores dimensiones de Gipuzkoa. Se trata de un templo con planta de cruz latina, tres naves, crucero y cabecera pentagonal. La armonía del espacio, la elevación de sus naves y la sencillez en las crucerías convierten este templo en uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura neogótica vasca.
Crucemos el umbral que da acceso al recinto sacro. Comencemos nuestra visita dirigiéndonos a la nave de la Epístola situada a la derecha de la entrada principal. Aquí se encuentra la capilla que acoge una bella reproducción de la Tilma de la Virgen de Guadalupe. A su espalda, se hallan las coloridas vidrieras de “La Presentación de Jesús en el templo”, “La Adoración del Niño en Belén” y “El Bautismo del Señor”, que nos recuerda que aquí se hallaba en tiempos pasados el baptisterio.
“En verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”
San Juan 3, 5
La sencilla talla de la Purísima, de gran devoción popular, se encuentra en esta nave por la que proseguimos nuestra visita hasta llegar al crucero del templo. Seguramente has advertido distribuidos en los muros laterales unas sencillas cruces que corresponden a las XIV estaciones del VIA CRUCIS. En muchas ocasiones parece que el acompañamiento a Jesús en su Pasión y Muerte termina en el sepulcro, olvidando que al tercer día Cristo resucitó y está vivo entre nosotros. VIA LUCIS
Llegamos al crucero del templo, en cuyo muro lateral, bajo el rosetón, se encuentra el retablo neogótico dedicado a María Inmaculada. Su efigie preside el conjunto y está acompañada por las esculturas de dos jóvenes santos jesuitas; San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka.
Luis Gonzaga pertenecía a una familia de la alta nobleza italiana y renunció en favor de su hermano al principado que le correspondía como primogénito. Una vez liberado de cualquier atadura terrenal, ingresó en la Compañía de Jesús para entregarse al plan divino de la Providencia sobre él. Falleció a los 23 años al asistir a enfermos contagiosos durante la grave epidemia que atacó la ciudad de Roma en 1591. Es protector de la vida y patrono de la juventud.
Estanislao de Kostka fue un santo que, después de recorrer más de 500 kilómetros desde su Polonia natal hasta Roma, fue admitido como novicio a temprana edad. Sin embargo, solamente fueron nueve meses en el noviciado, ya que falleció a los 17 años. Aun falleciendo a tan pronta edad, fue un auténtico modelo de santidad.
A continuación, en el muro de este último tramo de la nave, advertimos los cuadros del martirio de San Sebastián, patrono de la ciudad, una reproducción de “La Virgen del Rosario con niño” de Murillo y “La Virgen María con el Niño Jesús y el ángel”.
En la cabecera de la nave podemos contemplar el retablo de la Sagrada Familia. La Virgen María y San José acompañan al Niño Jesús acompañados por el Espíritu Santo representado en forma de paloma que está en las alturas. A su lado, las imágenes de San Joaquín y Santa Ana. Entre dos ángeles, corona el conjunto la talla del obispo San Blas, patrono de las enfermedades de garganta. En la parte inferior de este bello retablo, a los pies de la Sagrada Familia de Nazareth, parece pasar inadvertido el mayor tesoro que podemos encontrar en este templo, la Presencia Eucarística del Señor en el Sagrario. Cristo resucitado se sacrificó por cada uno de nosotros, nos ha salvado gratuitamente con su muerte en la cruz.
“Jesús está Vivo entre nosotros, Él es el mismo ayer, hoy y siempre”
Llegamos al altar mayor, en cuyo ábside sobre una trabajada sillería coral se dispone la efigie de Jesús, El Buen Pastor, a cuya advocación está consagrado el templo. Sobre ella, en el tramo superior del ábside, se disponen siete imponentes vidrieras dobles con las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María acompañadas con las figuras los doce Apóstoles.
Salmo 23 (22)
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
“El 30 de julio de 1953, con la consagración del nuevo altar mayor, el templo del Buen Pastor adquirió el rango catedralicio”
En la columna izquierda distinguimos la talla sedente de la Virgen del Rosario, imagen de finos rasgos y gran serenidad. María, cubierta por un delicado manto azulado, aparece como una joven madre que nos presenta a su Hijo y adelanta su brazo derecho acercándonos su rosario. A los pies del altar se halla la pila bautismal. El Bautismo es el fundamento de toda vida cristiana, pórtico de la vida en el Espíritu y puerta de acceso al resto de sacramentos. Por el Bautismo que aquí se recibe, somos liberados del pecado, llegando a ser miembros de Cristo e incorporados a su Iglesia.
En las columnas del crucero del templo se encuentran las figuras sedentes de los Cuatro Evangelistas, sustentadas sobre sólidas peanas de piedra en las que están labradas las figuras de los Tetramorfos. Son unas imágenes procedentes del antiguo altar mayor.
A tu espalda, sobre la entrada principal, en el coro, se encuentra el imponente órgano catedralicio que fue construido en la localidad de Azpeitia e inaugurado el 19 de enero de 1954. Fue una donación del donostiarra Fermín de Lasala, Duque de Mandas. Se trata del órgano más grande del Estado y uno de los más grandes de Europa. Posee 8.174 tubos; 6.769 de estaño, 1.050 de zinc y 355 de madera, siendo su tubo de mayor longitud de 12,50 metros, y el más pequeño de apenas un centímetro. Su peso es de 30 toneladas y cuenta con 5 teclados y 105 registros, lo que permite que se puedan interpretar piezas de diversos estilos y épocas.
Proseguimos nuestra visita dirigiéndonos a la nave del Evangelio. En su cabecera se encuentra el Retablo de la Virgen del Carmen. En el relieve central, la Virgen María contempla con ternura a las almas purificadas. Nuestra Señora del Carmen es también la patrona de los marineros, a quien siempre se ha invocado en esta tierra de gentes del mar para obtener su protección. Escoltando la imagen principal se encuentran San Antonio de Padua, uno de los pocos santos al que se le representa con el Niño Jesús en brazos, y San Nicolás de Bari. Mientras, coronando el conjunto se halla la efigie de San Ramón Nonato, patrón de las embarazadas.
Continuemos nuestra visita dirigiendo nuestra atención al muro lateral. Sobre la talla de un Cristo Yacente, vemos un lienzo del Martirio de San Andrés, quien tuvo el privilegio de ser el primer apóstol elegido por Jesús. Desde los primeros tiempos se le denominó Prōtoklētos «el primer llamado». A continuación, pasada la reproducción de la conocida obra de Murillo “La Sagrada Familia del pajarito”, se encuentra un Calvario con su habitual composición iconográfica. Jesús crucificado es acompañado por su madre, la Virgen María, y San Juan, el discípulo amado, que reposa sus manos sobre el pecho, muestra de su aflicción al ver muerto a su Señor. En todo el orbe católico es muy común la veneración a Cristo Crucificado. El pueblo siempre ha sabido que el anuncio cristiano está anclado en una cruz. Jesús nos liberó del pecado y de la muerte muriendo en la cruz. La salvación es un regalo de la sangre de Cristo y todo es don gratuito de Dios y de su amor por nosotros.
“Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga Vida eterna”
San Juan 3, 16
El último retablo está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Cristo nos muestra su corazón ardiente de Amor por nosotros. Quiere ser invitación a entrar en el gran misterio de su infinito amor. Escoltan la imagen principal las tallas de menor tamaño del Apóstol Santiago y la efigie saeteada de San Sebastián, mártir con gran devoción en épocas pasadas por ser el patrono de los moribundos y protector contra la peste.
Vamos acabando nuestra visita recorriendo esta nave del Evangelio. En ella vemos la talla de San José con el Niño Jesús en sus brazos y una sencilla imagen de San Pancracio, perteneciente a la desaparecida iglesia del Inmaculado Corazón de María. Al llegar a la capilla enrejada que da acceso al coro y a la torre, se encuentran las tallas de San Francisco de Asís y San Judas Tadeo, santos con gran devoción entre los feligreses.
Esperamos que tu visita haya sido grata. Antes de abandonar el templo construido por manos humanas para mayor Gloria de Dios, te invitamos a tener unos momentos de recogimiento y oración. Puedes acompañar y adorar al Señor en su presencia eucarística en el Sagrario. Para ello, ponemos a tu disposición algunas oraciones que quizás te ayuden en estos momentos. Del mismo modo, gracias a los diversos enlaces del texto, puedes profundizar en la vida de los Santos situados en los retablos del templo.
HIMNO AL BUEN PASTOR
CON MOTIVO DE SU CENTENARIO (1897 - 1997)
EL BUEN PASTOR
Caminas junto al hombre
compartiendo su dolor;
sembrando en su camino
la esperanza, la ilusión.
Eres el peregrino del amor,
el Buen Pastor.
Si a mi lado te encuentras Tú,
nada me puede faltar:
ni la hierba, ni el manantial
donde pueda recostar.
Ya no tengo ningún temor
porque conmigo Tú estás.
Tu vara y tu cayado son
mi gozo y seguridad. (Salmo 23)
Vas junto a nuestro caminar
enseñando a compartir
nuestro pan, nuestra libertad,
la alegría de vivir.
Danos fuerza para avanzar
sin alejarnos de Ti.
Nuestras sendas se encontrarán
en un destino feliz.
Gotzon Aulestia
Jesús, el Buen Pastor
Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; pero el que trabaja solamente por el salario, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye, porque no es el pastor ni son suyas las ovejas. Entonces el lobo ataca a las ovejas y las dispersa en todas direcciones. Ese hombre huye porque lo único que le importa es el salario, no las ovejas.
Yo soy el buen pastor. Como mi Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, así conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Yo doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traer. Ellas me obedecerán, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me quita la vida, sino que la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volverla a recibir. Esto es lo que me ordenó mi Padre.
Juan 10, 14-15
Bendición de los peregrinos
¡Oh Dios, que sacaste a tu siervo Abraham de la ciudad de Ur de los Caldeos, guardándolo en todas sus peregrinaciones, y que fuiste el guía del Pueblo hebreo a través del desierto! te pedimos que guardes a estos siervos tuyos que, por amor de tu Nombre, peregrinan a Compostela.
Sé para ellos compañero en la marcha, guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio, defensa en los peligros, albergue en el camino, sombra en el calor, luz en la oscuridad, consuelo en sus desalientos y firmeza en sus propósitos; para que, por tu guía, lleguen incólumes al término de su camino y, enriquecidos de gracias y virtudes, vuelvan sanas y salvos a sus casas llenos de saludable y perenne alegría.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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